viernes, 29 de enero de 2010

Desnudos para embarcar: el escáner que viene

Antonio Casado - 08/01/2010

La salud y la intimidad como efectos colaterales de los escáneres de cuerpo entero, ese artilugio radiológico que te desnuda en los controles policiales. España no se apunta, aunque puede hacerlo si se toma la decisión a escala europea. El asunto ha irrumpido en la agenda de las reuniones de los ministros de Justicia e Interior de la UE convocados por la presidencia española. Y en cuanto a nuestra opinión pública, los primeros sondeos revelan un alto nivel de conformidad con esta nueva vuelta de tuerca para la seguridad de los usuarios del avión. A los del tren, el autobús, el ferry, el metro u otras formas de transporte público, que les vayan dando.



Los problemas de salud son menores, al decir de los expertos. A raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos se experimentó con 190 tipos de escáneres, tanto los de onda milimétrica como los de retrodispersión. En los dos casos, rayos X que permiten ver debajo de la ropa. Nuestra silueta se ofrece así en todo su esplendor, o en toda su miseria, a los ojos del vigilante que reina en los dichosos controles policiales previos al embarque aéreo.

Así que la polémica ha quedado planteada más en este terreno de la intimidad que en el de la salud. Al menos en España, donde tenemos cierta propensión a rasgarnos las vestiduras en cuestión de principios. La defensa de la privacidad, en este caso. Lo cual no deja de sorprender cuando la invasión de la intimidad es ya un hecho desde hace algún tiempo, casi siempre en nombre de la seguridad. Incluso sin salir del aeropuerto, donde los cacheos aleatorios, especialmente el femenino, ya están siendo una invasión de intimidad más “palpable” que la de un escáner en tres dimensiones.

Depende de cómo se utilice

Por nuestro bien, claro, ya funcionan las cámaras de vigilancia en los grandes almacenes, en los bancos, en los edificios oficiales y hasta en la vía pública. El tráfico de intimidades, consentido o no, está a la orden del día en internet, en la Prensa del corazón y en los teléfonos móviles. Por mucho que la protección de datos tenga su hueco regulador en el Boletín Oficial del Estado para impedir o sancionar el uso indebido. Ése es el problema. Como en todos los órdenes de la vida, nada es bueno ni malo en principio o por principio. Depende de cómo se utilice.

Los poderes públicos no pueden utilizar la seguridad aérea como pretexto para recortar las libertades de los ciudadanos llevando más allá de lo razonable el acoso al pasajero. Pero les aseguro que los ciudadanos corrientes cambiarían encantados las actuales incomodidades de los controles previos al embarque por un simple paso por el escáner de cuerpo entero, aunque se sometan a una mayor exposición de intimidad. Y el ciudadano corriente tampoco puede utilizar la defensa de su intimidad como excusa para impedir la aplicación de los protocolos.

Hablo del ciudadano corriente con toda intención, pues no es el que corre los mayores riesgos frente al uso del escáner de cuerpo entero. Más expuestos están los personajes públicos, las personas de cierta relevancia política o social. Sus imágenes, sus intimidades en tres dimensiones pueden ser objeto de tráfico comercial o mediático en supuestos de malas prácticas de los agentes públicos o privados a los que se encargan los consabidos controles. Ningún interés tiene el desnudo radiológico del pasajero número 19.207 que pasa por el escáner. Pero si se trata de un “famoso”, puede convertirse en mercancía. Por ciertas cantidades de dinero, hay gente dispuesta a correr el riesgo de acabar en la cárcel por traficar con esas cosas.

Artículo original en ElConfidencial.com

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